La carretera parecía un enorme gusano con la piel de cemento ascendiendo a lo alto de la montaña como si la montaña fuera una nube mas en aquella mañana olorosa a poesía, íbamos a cazar imágenes, íbamos a atrapar cosas en nuestras cajitas mágicas que estábamos aprendiendo a querer desde hacía algunos días atrás.
Es que íbamos en búsqueda de las mejores imágenes, de los mas importantes paisajes de aquél sábado moreno y fértil, nuestras cámaras querían atrapar al cielo en solo parpadeo de hermosura y lo logramos casi.
Subíamos y subíamos mientras la ciudad abajo se hacía cada vez mas chiquitica, mas pequeña. Subíamos y las nubes ser nos acercaban como queriendo desearnos buena suerte en nuestra aventura fotográfica, es que subíamos y el gusano que era el camino cada vez se hacía mas largo, entonces, llegamos a la cima donde llamaban La virgen y de allá bajamos hasta la pequeña capilla de otra virgen muy bien cuidada y sembrada de muchas flores.
Y fue que allí comenzó nuestra larga caminata de bajada desde el lomo mas alto del Guaraira Repano rumbo a Macuto, al macuto cordial y lleno de mar como si fuera el dueño del azul intenso de su lindo mar de todos los días, de sus uveros y sus palmas salvajes de viento y del verde solemne de la playa.
Todos nos cubrimos de neblina y a su vez nos humedecimos con las gotas lindas que como estrellitas nos llegaban del bondadoso cerro con forma de persona buena que nos estaba acompañando en el cansancio de nuestro recorrido sabatino sin horario fijo en la hora exacta y sin pasos cortos que dar mas allá del click de las cámara dispersas por el camino.
Al principio todo fue una luna de miel con la naturaleza, con las mariposas de multivuelo con las alas sucias de tanta belleza y picaras hasta en los detalles floridos del pequeño mundo sin palabras donde existían después de ser larvas monótonas y descoloridas por la metamorfosis del tiempo.
Al principio todo fue una luna de miel con la naturaleza, con las mariposas de multivuelo con las alas sucias de tanta belleza y picaras hasta en los detalles floridos del pequeño mundo sin palabras donde existían después de ser larvas monótonas y descoloridas por la metamorfosis del tiempo.
Luego el paisaje se fue haciendo mas verde y mas distante. Los pájaros hicieron sentir su presencia sobre nuestras cabezas como si ellos fueran los dueños del aire que respirábamos gracias al aleteo de tanta belleza junta, belleza que competía con nuestras mujeres cargadas de tantos sueños como de tantas fotos por tomar.
Y seguimos bajando y nos deteníamos cada vez que el SOL nos saludaba desde su trono amarillento lavado por la lluvia de poesía que salía desde cualquier parte de nuestro maravilloso Repano de tantos años de existencia.
Ya la carretera no era un gusano largo como el tiempo, era un camino que nos cansaba los pies y nos hacía sudar las rodillas que cada vez se quejaban del ajetreo y el peso de un cuerpo que parecía el silbido de la distancia por recorrer y el cansancio llegado en el mismo momento en que nos echábamos al suelo buscando la claridad del descanso bendito.
Mientras tanto los muchachos afinaban la puntería de las pequeñas cámaras y algunas veces se inspiraban en los olores delas formas y se lanzaban contra las magnificas imágenes teñidas de tantos colores como de formas, de muchas formas que maravillaban la imaginación profética de cada gráfica que se tomaba de forma instantánea y bonita.
Estábamos agotados, muy agotados, nos tendimos en el suelo por primera vez y nadie tenía la intención de seguir sin antes echar una buena descansada, pero las cosas se empeoraron, el descanso nos cansó más y hasta allí llegó la plenitud del paseo, a partir de ese momento, todos buscaron la forma de abreviar el viaje esperando que pasara el próximo jeep, par llegar hasta el tan deseado Museo de las piedras y así fue, casi todos se fueron los rústicos y solo seis personas llegamos a pié hasta la antesala del museo.
Pero antes disfrutamos de los restos de un paisaje bucólico lleno de tantos verdes como de sonidos silvestres salidos de los brazos inalcanzables de los arboles rudos que se mantenían solemnes como la voz del viento.
Ya el cansancio había definido el destino de la aventura fotográfica y el grupo se dispersó a lo largo de una tarde que crecía bien bonita sobre nosotros y que dejábamos atrás para encontrarnos con el MAR bendito de nuestro litoral varguense y transparente de tantos azules junto a la gente que lo alimentaba desde la playa.
¡Al fin MACUTO! Llegamos al balneario, al viejo macuto con rostro de pescador y canas de todos los colores que el tiempo le ha dado para embellecer su forma bonita de paisano. ¡al fin la playa!
Nos sentamos todos en una mesa (los que quedábamos) e hicimos del cansancio una bacanal opípara donde comimos en homenaje a la vida, entonces desde el horizonte de las cosas, las imágenes del viento no se dejaron fotografiar por nuestros muchachos, ya que la música no tiene forma ni tamaño que pueda quedar grabada en la satisfacción de la misión cumplida.
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