Vamos a Crear es el resultado de las Actividades Culturales entre: los trabajadores del Metro de Caracas, El Concejo de Gestión del Calvario, FUNDARTE, La ONA, Consejos Comunales del Sector Caño Amarillo, El Colectivo Cultural "ARCOÍRIS DEL SUR" y demás Organizaciones Públicas y Comunitarias que hacen vida cultural en estos espacios.

sábado, 23 de octubre de 2010

UN REFUGIO DONDE LOS SUEÑOS TAMBIÉN SON NIÑOS

UNA TARDE BIEN BONITA CON EL COLOR DE MUCHOS CARAJITOS

Los niños son como un trencito que anda por las paginas de los libros contando cosas lindas y repartiendo sonrisas como si las sonrisas fueran un caramelo de mandarina que alguien repartió en una fiesta de muñecos. Es que los carajitos son un maravilloso encuentro con la mirada de colores de un sol mañanero que nace en el mismo momento en que el día levanta sus alas para salir a caminar por el universo.

Es el caso que ese trencito cargado de niños, llegó a la estación Las Adjuntas y descubrió que en algún lugar a alguien se le perdió la alegría y andaba buscando un mago que le hiciera sonreír como si la sonrisa fuera una flor de celofán salida de algún cuento contado por una mañana bien bonita.


Y es que en efecto en ese trencito también llegaron tres personajes salidos del pentagrama de las palabras y ocuparon todo ese espacio donde estaban los niños y les llenaron de poesía el corazón y de colores sus sonrisas. ¡que lindo era aquel circulo de carajitos!


Es que esos tres personajes parecían haber llegado desde los mas bonito de los cuentos que se cuentan a la hora de la merienda y con ellos llegaron las canciones que cuentan las cosas que otros no cuentan, uno de ellos con un largo moño en cada palabra que pronunciaba (el poeta Oscar Rodriguez) y en cada gesto de donde sacaba cosas que lanzaba luego contra el viento como si el viento estuviera jugando con él.


El segundo personaje era otro poeta, un señor que traía un morralito (Eduardo López) donde cargaba las canciones que compartía con los niños como si estuviera regalando palabras de chocolate a la salida de la escuela, pero esta no era la escuela, era el galpón donde vivían los niños que se habían quedado sin vivienda y que eso dos poetas les traían un pedacito de cielo de donde colgar los sueños que conque se iban a levantar mañana.


Y el tercer personaje, uno de esos cantores (Jesús Mijares) con el corazón amable de tanta locura, traía una gran guitarra que mas bien se parecía una nube de poesía que le había nacido en las manos conque le hacía cosquillas a la barriga de la gran guitarra y esta cantaba flores de alegría. ¡que cosas tan bonitas les regalan a los niños cuando las cosas no marchan bien!.

Aquél galpón parecía otro carajito, todo pretencioso de actividades para colorearle la tarde a todos los que compartían aquélla pequeña fiesta donde el amor era la golosina mas importante, hasta trajeron unos caballetes de algún lado para pintarle la cara a todos esos adultos que se sentían niños a pesar de lo serio que lucían en ese calor de tanto cariño.

Se trata de que estuvimos en un refugio donde el mundo era tan pequeño que solo los sueños tenían un sitio donde pasar la noche, en el corazón de los chamos. En el corazón inmenso de cada uno de las figuras de barro que ellos construyeron desde sus pequeñas manos de barro y la arcilla fosforescente de donde sale el olor a tierra con que nos secamos la sensación de vida que aún nos queda por vivir.

El poeta del gran moño metió en un sombrero los nombres de cada carajito que estaba sentado mirando aquellas cosas que aún no entendían, sin embargo, como si los nombre fueran pájaros, él los lanzó al aire para que los atrapan las estrellas mas allá del cielo y las ideas más allá del horizonte azul donde se guardan las canciones.

Así pasamos una tarde hermosa donde cada quién fue culpable de sus propias alegrías y los niños fueron el centro del amor sincero de unos y de la piedad de otros, pero no importa, los niños crecieron por un momento bajo la complicidad de unos adultos que sinceramente creemos en ellos, sin importarnos el color de la tarde.

El acto fue un homenaje del Metro de Caracas a todos los niños que se encuentran en el refugio de la Adjuntas, un local perteneciente a esta empresa donde se encuentran albergadas 60 familias y 70 niños quienes están a la espera de recibir sus viviendas de manos de la gestión revolucionaria del gobierno bolivariano, donde además, FUNDACIÓN PARA LAS ARTE, el encanto de Miguel Vicente Patacaliente, con la varita mágica de sus cosas por hacer, para hacer realidad este sueño. Porque esto no fue mas que un pequeño momento para ayudar a crecer los sueños de estos muchachos que son del tamaño de la vida.

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