Caminé por la plaza Bolívar buscando el pequeño salón que indicaba el dibujo que allí era donde iba a terminar de leer el poema de Aquiles Nazoa "El Caballo que Comía Jardines", llegué a la escalera y allí estaba: un salón muy acogedor y lleno de libros y cosas por todos lados, un salón que parecía salido de la magia de un cuento de esos que se cuentan y no se creen.
Era que al Alcalde se le ocurrió convertir el viejo salón de lectura de la plaza Bolívar en un salón dedicado a los mismos carajitos que juegan con las ardillas y palomas que y que hacen de la plaza un lugar para desahogar la presión que genera el encierro en casa.
Es que el salón quedó bien bonito y como para que sirva de encuentro a todos los niños que deseen hacer de él un sitio para jugar, leer, ver cantores y titiriteros. Para ver a los cuentacuentos cantando y contando sus cosas y para que también los muchachos canten y cuenten esas cosas que les ocurre y que se les ocurre.
Yo nunca había visto un salón tan bonito y tan especial, debe ser que nunca a alguien se le ocurrió pensar que por la plaza Bolívar también pasan niños que necesitan que los adultos les dediquen un pedacito de la ciudad que siempre ven desde lejos. Entonces comprendí que el lado bonito de la vida lo pensaron para hacer de este rincón el único lugar dedicado para que los niños crecieran con su ciudad entre sus sueños.
Hay tantas cosas que ver en ese salón, que no creo que haya un carajito que sea capaz de conformarse con pasar cinco minutos en ese paraíso y salirse satisfecho. Es que entre libros y muñecos la excusa para quedarse meditando sobre lo importante que somos cuando la edad nos sorprende conviviendo en medio de un sueño hecho realidad en el mismo momento en que lo soñamos.
Y es verdad, El Salón de Lectura Manuela Saenz, es un lugar magnifico donde se deben estar inventando todas las travesuras que los muchachos son capaces de hacer en esa visita de cada vez, donde el libro será la razón de ser de compartir con otros niños ese maravilloso momento en que hasta los viejos nos sentimos alguien mas que un niño.
Es que el salón quedó bien bonito y como para que sirva de encuentro a todos los niños que deseen hacer de él un sitio para jugar, leer, ver cantores y titiriteros. Para ver a los cuentacuentos cantando y contando sus cosas y para que también los muchachos canten y cuenten esas cosas que les ocurre y que se les ocurre.
Yo nunca había visto un salón tan bonito y tan especial, debe ser que nunca a alguien se le ocurrió pensar que por la plaza Bolívar también pasan niños que necesitan que los adultos les dediquen un pedacito de la ciudad que siempre ven desde lejos. Entonces comprendí que el lado bonito de la vida lo pensaron para hacer de este rincón el único lugar dedicado para que los niños crecieran con su ciudad entre sus sueños.
Hay tantas cosas que ver en ese salón, que no creo que haya un carajito que sea capaz de conformarse con pasar cinco minutos en ese paraíso y salirse satisfecho. Es que entre libros y muñecos la excusa para quedarse meditando sobre lo importante que somos cuando la edad nos sorprende conviviendo en medio de un sueño hecho realidad en el mismo momento en que lo soñamos.
Y es verdad, El Salón de Lectura Manuela Saenz, es un lugar magnifico donde se deben estar inventando todas las travesuras que los muchachos son capaces de hacer en esa visita de cada vez, donde el libro será la razón de ser de compartir con otros niños ese maravilloso momento en que hasta los viejos nos sentimos alguien mas que un niño.
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