Hablar de niños es hablar de los colores de la vida, es decir, es convertir al niño en el arco iris de lo cotidiano, en la poesía de los colores y en el vuelo infinito hacia lo bello. De eso se trató la pasada reunión del colectivo, nuestro COLECTIVO CULTURAL ARCOÍRIS DEL SUR.
Llegamos desde todos los sitios posibles buscando el lugar exacto donde contar las cosas que hacemos, las cosas que pensamos y todo aquello que nos convierta en el vértice de un editorial de los sueños que cargamos sobre nuestra realidad como si la realidad fuera la respuesta a todo lo que imaginamos desde nuestras vidas.
Llegamos a nuestra cajita mágica y comprendimos que ese era el pequeño mundo donde Mayerling, Nieves y Rosita ocultaban la prudencia de los colores de nuestro arcoiris con la custodia de nuestros títeres, muñecas de trapo envueltas en papel celofán y los libros llenos del polvo maravilloso del saber.
Allí estaban ellas, rodeadas de los mismos niños de siempre, ocupadas en atender a los habitantes de aquél espacio bonito hecho para soñar con todos y para inventar los cuentos que mañana iremos a contar por el camino como si fuéramos los titiriteros del viejo carromato de García Lorca.
Nada mas llegar, nos pusieron pincel en mano y tuvimos que descubrir el otro lado de una mascara que no tenía rostro detrás, pero si muchas manos que le llenaron de pintura para saborear la forma maravillosa de lo que hacen los niños.
Era necesario reunirnos para poner orden en la casa de los colores. Era necesario terminar de construir el lado vivo de los cuentos que contamos, era necesario ir detrás de las manos que amasan las mañanas donde los carajitos nos miran mejorar la calidad de lo que hacemos para ellos.
Entonces hicimos de la cajita mágica el sitio perfecto para hablar de nosotros y cada quién dijo lo necesario para avanzar en la cadena de hechos de la ruta del arcoíris.
Se puede decir que volvimos a crecer del tamaño de mañana. Las muchachas crecieron como los arboles y Jorge y Mijares recomenzaron el capitulo de los momentos por venir y de los momentos en que cada cual debe tejer sus palabras en medio de un presente importante.
Mientras tanto, los niños seguían en recreo como si jugar fuera un juego que no termina nunca y nosotros jugamos a hacer que las cosas se juntaran en el mismo lugar donde el tiempo tiene la última palabra.
Desde un rincón nos miraba la muñeca que nuestras mujeres le habían hecho a Zobeyda para su cumpleaños, desde ese mismo rincón, la linda cajita de cartón nos hizo llenarla de palabras para que pueda llegar al corazón de la casa donde va a habitar con un mundo de muñecas de trapo.
Habíamos pasado un día trabajando para hacer de la magia la parte mas necesaria de lo que nos inspiraban todos esos carajitos que tremendeaban en la chiquitica sala infantil de la biblioteca de la también pequeñita comunidad de Figueroa.
Mayerling, Nieves, Rosita, Cristina, Jorge, Mijares y Ernesto (faltó charango) nos regresamos por el mismo arcoiris por donde vinimos, por las mismas huellas andadas por nosotros desde que nos conocimos durante el siglo hermoso de lo posible.
En la cajita mágica se quedarían los títeres, las muñecas de trapo, la muñeca de Zobeyda, los libros y el pequeño mundo donde merendaban los sueños nuestros de cada día.
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