Las barbas blancas del Guaraira Repano cubrieron de neblina las alturas de la poesía casi clandestina de un hombre que surge de la naturaleza como una figura ecológica cubierto de palabras que perturban la ternura de lo mas hermoso de su pequeña obra de poeta y de su extensa existencia de lo posible.
Entre las nubes se homenajeó al poeta Antonio Trujillo en un acto complice de todo aquello que la palabra deja como huella la voz del viento penetrando las letras de un hombre que nació para escribir cosas y decirlas luego como una excusa que lo libra de sus buenos pensamientos y sus mejores razones del ser.
En el Gran Salón de convenciones del Teleférico, en un ambiente de feria artesanal, un grupo de poetas y cantores se reunieron en torno de una fogata de palabras y canciones para decirle a Antonio Trujillo el tamaño del aprecio del que goza entre los habitantes de la poesía informal de la ciudad, entre esos amigos llegados de los cuatro puntos cardinales del tiempo, le dijeron del aprecio que sienten por una obra salida de unas manos de barro con letras morenas como el asunto mismo de sus cosas.
Los cantautores Jesús Mijares, José Garcés y Carlos Manuel Funes fueron los encargados de echar a volar las mariposas infinitas de la canción para que el poeta diera paso a un encuentro necesario con otros seres , también poetas, que tenían cosas que decir de su obra, de la trayectoria de una carga de camino que posiblemente mañana será lectura obligada de la hora exacta de los hombres.
Pareciera que el recital se convirtió en algo mas que un sitio para decirle cosas al homenajeado, pareciera que la neblina de la montaña nos invitó a hacer de todo aquello un barullo para que Antonio Trujillo se sintiera el poeta de la naturaleza en medio de los colores necesario de la vida.
Uno a uno fueron desfilando los y las poetas que acompañaron el trago indispensable de ese momento bonito donde cualquiera se hubiera sentido parte de las nubes donde se paseaba la bonita poesía de cada inquilino de ese frenesí de halagos que hicieron de la tarde una alfombra por donde anduvieron la palabra y el sonido tranquilo de la voz de todos, del amor de todos.
Entonces el rostro de Trujillo se volvió de tiempo y Willians Osuna le recordó que la edad tiene el tamaño de los segundos y le cantó un trozo de la misma edad conque se saludaron el llegar el momento solemne del apretón de manos y Fredy Ñañez en un carromato de neblina despidió la tarde con un saludo informal para todos los que se bebieron la sed de la poesía de hoy.
Gracias a Dios que la belleza de la montaña fue el complemento de un acto donde todos los que participaron debieron ser homenajeados por su condición de ser incondicionales con un momento lleno del mismo talento del homenajeado, la vaina fue que anocheció de pronto y vimos a Antonio marcharse con su sonrisa blanca jugueteando con su próxima barba de palabras.
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