El Arcoiris se bebió la atención de los vecinos de la estación Carapita, de esos usuarios que aplaudieron a los pequeños habitantes de una comunidad donde ellos son la razón de ser de la Unidad Educativa Mariano Picón Salas, la escuela necesaria de un lugar donde la gente piensa y siente a sus niños.
Figueroa queda en un punto geográfico del municipio Los Salias a un lado del kilómetro 10 de la carretera Panamericana, un lugar donde se encuentran dos montañas cargadas de muchísimos sueños y donde corre el tiempo acompañado por estos niños salidos de una danza frenética por jugar a ser felices en ese pequeño espacio donde todo es posible, inclusive ser niños y niñas.
Las áreas externas de la estación se llenaron del encanto de lo nuestro, de nuestras tradiciones expresadas en una maravillosa manera de reconocer los colores de una patria, en un acto donde el baile dice mucho de lo que somos y de lo que significa sentir bajo nuestros pies el compromiso de lo nacional, de lo nuestro.
Los carajitos de Figueroa invadieron cada corazón presente, con el aroma de las flores silvestres llegadas desde una tarde hermoseada por el calor de cada sentimiento salido de ese momento bonito donde la infancia nos deja el delicioso sabor del presente.
Es que Carapita se vistió de niños y los niños alegraron todos los lugares de aquellas personas encantadas que regresaban a sus hogares en medio de un poquito de felicidad llegada desde una escuela donde el profesor Rondón les indica el punto intermedio entre el amor y el compromiso con el pueblo.
El Metro de Caracas, la Unidad Educativa Mariano Picón Salas, el Colectivo Arcoiris del Sur y la Comuna Cultural de Antimano hicieron realidad otra jornada cultural que convierte a la parroquia Antimano y sus cuatro estaciones del Metro, en una vanguardia cultural al servicio de las comunidades.
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